Columna de opinión de Felipe Paredes Vargas, PHD, Biólogo marino, Fulbright Fellow 2005. Con motivo del Día Mundial del Océano 2021.

Los océanos nos proveen de innumerables beneficios a los seres humanos en bienes y servicios ecosistémicos de gran importancia económica, social, ambiental y cultural. Desde tiempos ancestrales, el ser humano ha tenido una relación vital con los océanos como fuente de alimento, la recreación, el transporte, la inspiración para la creación artística e incluso la religiosidad. Hoy en día, millones de personas viven cerca de la costa y tienen el sustento de sus vidas en la pesca y acuicultura, el turismo, la navegación, todos los cuales dependen de la salud de los ecosistemas marinos y la biodiversidad que los sustenta. Además, ahora sabemos que los océanos juegan un papel fundamental en la regulación del clima; son los grandes absorbentes del calor extra producido por los humanos, capturan dióxido de carbono y producen gran parte del oxígeno que respiramos.

A pesar de la importancia de los océanos, hemos abusado de sus beneficios, siendo muchas de las actividades de los humanos una amenaza a la salud de los océanos y su biodiversidad. En Chile, actualmente mas del 50% de las principales pesquerías están sobreexplotadas o colapsadas, en recursos tan emblemáticos como la merluza, la reineta, el congrio dorado, la sardina española. Claramente un mal negocio. Por otra parte, un cuarto de los centros de cultivo acuícola entre 2012 y 2019, han sobrepasado las capacidades de carga de los sistemas marinos, con condiciones anaeróbicas en sus fondos marinos. En algunas regiones es casi un 50%. Los plásticos en el mar, se concentran en el gran giro del Pacífico sur, se depositan en playas de norte a sur, en la playa Anakena de Rapa Nui. La contaminación de hidrocarburos, las especies exóticas invasoras, las colisiones de buques con ballenas son sólo otras de estas amenazas que debemos manejar.

En este sentido, Chile cuenta con instituciones y políticas públicas que tienen entre sus objetivos promover la sustentabilidad de las actividades que se realizan en el océano, desarrollando para ello instrumentos para la protección y conservación de los ecosistemas marinos y su biodiversidad, junto con mejoras a nivel de la toma de decisiones y gobernanza del océano. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, aún existen importantes presiones sobre el uso del maritorio y de los recursos naturales, que al no ser adecuadamente gestionados se traducen en conflictos entre usuarios y amenazas a la biodiversidad.

«A pesar de estos esfuerzos, aún existen importantes presiones sobre el uso del maritorio y de los recursos naturales, que al no ser adecuadamente gestionados se traducen en conflictos entre usuarios y amenazas a la biodiversidad.»

Proteger y conservar los recursos marinos es imperativo y una característica clave de un futuro sostenible. Una solución de gran avance en los últimos años ha sido la creación de áreas marinas protegidas, en ecosistemas de alta biodiversidad en la Patagonia, pero principalmente en islas oceánicas como Rapa Nui, el archipiélago de Juan Fernández, las islas Desventuradas. En total, Chile hoy protege un 42% de su zona económica exclusiva, en mas de 30 áreas marinas protegidas. También es fundamental aumentar la conciencia sobre el papel que desempeñan los océanos y sobre la necesidad de que las actividades humanas sean sustentables para garantizar la seguridad alimentaria y la prosperidad de las comunidades costeras, propendiendo hacia una economía azul.

Es imperativo, además, lograr un nuevo modelo de gobernanza de los ecosistemas marinos, que integre a los diversos actores y sus visiones, en un esquema participativo, integrador, basado en el conocimiento científico y tradicional, que logre objetivos de sustentabilidad de largo plazo, por el bien de los océanos, por el bien de todos.